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miércoles, 31 de agosto de 2016

El capitalismo es Haiti

“Las imágenes hablan por sí solas”, suele decir la tele de fondo.
La imagen como única verdad posible.
La imagen disparada unidireccionalmente en el medio de los ojos.
Nadie se hace responsable por elegir una imagen por sobre otra. Es como si dios existiera y dibujara sobre la pantalla.
Nadie se hace responsable de elegir una imagen y no otra.
Y luego… el relato que da "el sentido".
“El socialismo fracasó en todos lados”, dice la tele de fondo y busca cualquier cosa que tiene a mano para demostrarlo. Y busca intencionadamente. Y mezcla todo bajo aquel mote. Y saca de contexto. Y oculta. Y repite mil veces que todo lo malo, todo lo opuesto a dios (el capital) es blasfemia. Y no sirve. Es de mala calidad.
Es de perdedores oponerse al sistema. Los triunfadores entienden.
Es de débiles y maricones oponerse al sistema. Los fuertes se abren camino.
Tienen mérito. Dice la publicidad.
¡El patriarcado grita!
Desde hace más de cien años un puñado de países se ha repartido el mundo acorde a los intereses de sus clases dominantes . Han hecho dos guerras genocidas para terminar de delinear sus intereses sobre el mundo.
No se puede entender el mundo si no se lo ve como un todo. El capitalismo es un sistema global y por lo tanto funciona de manera global. Y es dirigido por unos pocos imperios cuyos dueños del capital han puesto al resto del mundo bajo sus intereses, y han asignado distintos roles.
Pero eso es algo que jamás será aceptado por quienes dirigen el sistema.
Y entonces se dirá que, hay países ganadores y perdedores. Que hay países que se esfuerzan y otros que no se esfuerzan. Que hay un mérito en aquellos países exitosos.
Pero no se dirá que a Japón y Alemania les condonaron sus deudas de postguerra. Ni que toda Europa occidental fue financiada por el plan Marshall que impulsó Estados Unidos.
Porque hay deudas y ¡DEUDAS!. Las primeras se perdonan, las otras se pagan a costa de cualquier cosa.
Y que, principalmente, hay un camino que lleva al éxito, que hay que seguir a rajatabla, del que no hay que desviarse. Que hay un camino cuyos pasos deben darse según el dictado del puñadito de países dominantes, que plantean que todo lo que hay que hacer es lo que ellos jamás hicieron.
Nunca dirán que para llegar a ser lo que son, primero defendieron su propia industria y jamás abrieron el comercio. Qué hasta en la principal potencia hubo una guerra civil entre el norte proteccionista e industrial, y el sur esclavista y libre cambista. Y que ese país es una gran potencia porque la guerra la ganó el norte y no el sur.
Pero la historia debe ser letra muerta para que nada cambie. Porque” hay que vivir del presente y no seguir en el pasado” como hacen los “países serios”.
Nadie dirá jamás que los más obstinados seguidores de sus consejos caen en la peor de las miserias.
En el mundo donde las 85 personas más ricas poseen las mismas riquezas que la mitad más pobre del planeta y el 10% del de la población mundial concentra el 86 % de los recursos (Informe Oxfan; en  Hunttington Post 20/01/2014) las corporaciones mediáticas siguen repitiendo que la culpa es del “socialismo”
En el mundo donde a diario Israel erige un muro para segregar a los palestinos, y Estados Unidos uno para segregar a los mexicanos, del único muro que se tiene memoria es del muro de Berlín.
Nadie dice que las imágenes de los balseros sirios ahogándose en el mediterráneo son por el capitalismo y los intereses imperialistas que asolan la región.
Nadie dice que el capitalismo es Haití

Nadie dice lo que no se debe decir.

jueves, 28 de julio de 2016

HUMANIDAD

La humanidad va pasando sin sueños.
Nadie cree ya que el futuro nos encontrará en una situación de abundancia y progreso.
Nadie cree que habrá paz.
Nadie piensa que vivirá en una tierra en donde "a cada cual se le pida acorde a sus capacidades y se le retribuya acorde a sus necesidades"
Ya nadie cree que viajaremos por el espacio.
Ya nadie cree que acabaremos con el hambre.
El futuro es presentado como amenaza.
Como una batalla por la escasez.
En el país imperial, que, más allá de su historial opresivo, supo tener presidentes de gran brillo intelectual, como Franklin Roosevelt o Abraham Lincoln, un personaje burdo y grotesco (George W Bush) destrozó Afganistán e Irak a base de mentiras, y otro más burdo aún (Donald Trump) puede ganar la próxima elección, enarbolando el odio como bandera.

Ya se acostumbró, la humanidad, a ver como se erigen muros por doquier.
También a ver cadáveres de niños, ahogados, bombardeados o ametrallados.
Padece hacinada sus viajes diarios a su propia agonía.
Ya no proyecta, se desliza en el eterno presente de la supervivencia.
Se hunde en el naufragio de la inmediatez.
Se olvida de leer a contrapelo.
Cada vez imagina menos y mata más sus horas con un entretenimiento compulsivo que le quema los ojos.
Quema sus horas entre la explotación sórdida y el ocio egoísta.
Ya ha renunciado a creer que acabará con las enfermedades.
Qué acabará con la degradación ecológica, y logrará energías limpias y renovables.

Todo para ella es supervivencia.
Todo es adaptación a la enfermedad.
Acostumbramiento a votar por el candidato de la tele.
Acostumbramiento a que otros piensen por ella.

¿Será esta la era de la decadencia?
¿Del capitalismo que ya no mejora las condiciones humanas, sino que las corrompe y deteriora?
¿Habrá manera de detener su barbarie?
¿Podremos permitirnos soñar para estar despiertos?
¿Podremos proyectar el sueño?
¿Será que por ahí pasará la revolución?








miércoles, 18 de mayo de 2016

Palabra

La palabra puede cambiar el mundo, ese que nos rodea, el que nos parece tan real. Pero también el que no vemos, el que está invisible, escondido, allí dentro de uno.
La palabra puede partirlo todo en mil pedazos: una palabra y todo lo que era ya no es; una palabra y todo lo que no era edifica un nuevo comienzo. Un puñado de ellas mal arrojadas al viento pueden regresar como flechas fuera de control, pero también pueden ser dirigidas con la precisión que solo tienen las mejores armas.
A veces, todos somos sus sirvientes, incluso cuando las declaramos prescindibles, porque entonces, recelosas, llenan de angustias el camino, lo anegan tanto que no permiten el andar. La palabra, cuando quiere, es como un déspota convencido: nadie escapa a su designio caprichoso. Pero, no hay grito libertario, sin ella, ni revolución, ni renacimiento.
Por eso el poder se las apropia: para resignificarlas y volverlas inofensivas. Aunque, entonces, nacen otras con más fuerza. Esa es justamente su magia. Esa es, justamente, su capacidad de convertirse en flor.
Y así es que, muerte y vida, tristeza y alegría, amor y olvido, caen bajo su influjo. Y así es que vamos muriendo un poco, cuando las decimos buscando renacer.

viernes, 13 de mayo de 2016

El autoritarismo del mercado.




La crisis política en Brasil.

El Senado de Brasil aprobó ayer someter a juicio político a la mandataria Dilma Rousseff y la apartó del cargo por 180 días, que es el plazo máximo en que debe llevarse a cabo el proceso. Durante este periodo será sustituida por su vicepresidente, Michel Temer.

Cada vez más, a nivel mundial, las más trascendentes decisiones políticas sólo parecen responder a las prioridades del mercado. Una única forma de gobernar se va imponiendo en todos partes, más allá de la voluntad popular.

Cuando la cámara de diputados inicio el proceso aprobando el juicio político rápidamente los mercados mostraron su optimismo, luego de meses de retracción económica: “el líder de la Fiesp, (Federación de Industrias de Sao Paulo) Paulo Skaf, estima que la salida de Rousseff dinamizará la economía brasileña. ‘A partir de mañana ya se verán las expectativas positivas’ del mercado” (El País 18/04/2016)

Resulta paradójico que el mismo gobierno que fue utilizado durante años como ejemplo (
“Luiz Inácio Lula da Silva no pudo viajar a Davos, pero Davos lo honró igual. Ayer el Foro Económico Mundial con sede en Suiza le entregó el premio al Estadista Global” - Página12 31/01/2010), en una región no del todo controlable, sea ahora denostado por los mismos actores que lo apoyaron antes. 
Evidentemente las necesidades del mercado ya no eran tan bien administradas por el gobierno de Rousseff y era imperioso llevar adelante el cambio necesario. Para ello, como hemos visto ayer en el senado, cualquier medio es viable.

Cuesta creer, en este escenario, que las mayorías pueden imponer su voluntad. Los sectores populares se sienten impotentes ante semejante despliegue de fuerzas. El autoritarismo del mercado se va imponiendo cada vez con mayor vigor, y su predominio hegemónico se encuentra en todas partes. Lejos quedó aquella promesa de que traería mayores libertades democráticas. Muy por el contrario, en todo el mundo, una única visión de la realidad, de la economía y de las relaciones sociales se impone de manera despótica. La democracia, cada vez más, corre el riesgo de ser reducida a tan solo una palabra.


Un repaso histórico sobre la influencia del mercado.

A fines de los ochentas, el ideario neoliberal fue ganando un consenso mundial inusitado. Al calor del derrumbe de los “Socialismos reales” y del desmantelamiento de los “Estados de Bienestar”, se fue imponiendo la idea de que la “Economía de libre mercado” era la única capaz de asegurar estabilidad institucional y una democracia duradera.
No obstante, a contramano de esto, los mercados lograron desenvolverse con mayor facilidad en aquellas partes del mundo donde sus recetas económicas no encontraron oposición alguna. Con el pasar de los años se fue dando la paradoja de que en aquellos lugares donde imperan regímenes de partido único (Partidos Comunistas, supervivientes de la caída del bloque soviético) o directamente dictaduras militares, sus recetas económicas se impusieron con mayor facilidad.

A diario, nos hemos acostumbrado a escuchar que se señala como ejemplo de modelos “exitosos” países como China, Vietnam, Filipinas, o Taiwán cuyas “zonas económicas especiales” permiten a las empresas que allí se asientan, producir al margen de cualquier ley laboral, reduciendo a los trabajadores a condiciones de semiesclavitud, y permitiéndoles utilizar toda clase de productos contaminantes que dañan el medioambiente y que suelen estar prohibidos en los países centrales. Verdaderas “zonas francas” donde la única ley que impera es la del “mercado”, es decir la libre voluntad de las empresas.

Sin embargo, esto no es novedoso. En los orígenes de estas recetas, encontramos su primer ensayo económico, en la dictadura militar de Augusto Pinochet, quien gobernó Chile con puño de acero durante el periodo 1973-1990: <<Profundamente involucrados en la preparación del golpe, los "Chicago boys", nombre con que se les conoce en Chile, convencieron a los generales que ellos estaban en condiciones de complementar la brutalidad, que los militares poseían, con los activos intelectuales de que carecían>> (Oralndo Letellier, Los 'Chicago Boys' en Chile: el terrible impacto de la libertad económica, 28/08/1976). Sólo en ese marco político, los “Chicago Boys”  encontraron las condiciones propicias para llevar a cabo su experimento y desplegar una serie de medidas económicas, que en otro contexto, hubiesen sido imposibles de ser implementadas.

Como puede observarse, este ideario económico, suele desarrollarse con mayor “libertad” en aquellos lugares donde las mayorías populares no tienen ninguna libertad de decisión.
Pero esta forma de llevar adelante la economía, no es privativa de países con sesgos autoritarios. Allí, donde imperan formas democráticas de gobierno, incluso en aquellos lugares donde existían sólidas instituciones estatales creadas con el fin de generar bienestar a toda la población, lentamente el ideario neoliberal fue penetrando sus estructuras hasta hacerse hegemónico.

Aprovechando las crisis cada vez más virulentas, así como la dependencia de los Estados a los bancos y organismos de crédito, cuyas deudas siderales, producto, en parte, de la constante necesidad de obligar al capital a que se vuelque a tareas productivas y evitar que se incline a la más rentable especulación financiera, logran imponerse y subordinan a estos a sus designios. Eso es acompañado de toda una puesta de escena mediática, en donde toda clase de “técnicos” y “gurues económicos” poseedores de una supuesta verdad inobjetable, relatan como un dogma el recetario que llevaría al éxito, a costa de enormes sacrificios que recaen siempre en las mayorías populares.

De esta manera, tarde o temprano, todas las expresiones políticas (incluso las que históricamente tuvieron un ideario progresista) consideran que esa es la única forma de garantizar gobernabilidad en sus países y llevan adelante sus recetas.
También, expresiones políticas cuya retórica se les enfrenta, si llegan al gobierno, son virtualmente chantajeadas hasta ser quebradas, con boicots económicos permanentes, amenazas de aislamiento y campañas sucias de todo tipo. 

El mejor ejemplo de esto, quizás sea el del Syriza en Grecia, que ganó las elecciones con un discurso a favor de los sectores populares, priorizando los intereses de estos por encima de los del mercado, y que, al poco tiempo de andar, desoyendo los resultados de un referéndum, en donde el 61 % de la población griega votó contra un acuerdo con los organismos de crédito para pagar la deuda, terminó cediendo a las presiones de los mercados, traicionando la voluntad popular, y aprobando un paquete de ajuste cuyo objetivo era obtener el dinero para pagar justamente esa deuda, en las condiciones exigidas por los organismos de crédito: <<Como muchos analistas preveían, la estrategia del gobierno de utilizar el veredicto popular como medio de presión en las negociaciones fracasó. Al regresar a la mesa de negociación, los acreedores de línea dura, reunidos alrededor del ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, dejaron claro que están dispuestos a permitir que Grecia quiebre –con todas las implicaciones económicas y políticas que ello tendría para la Eurozona– antes de ver la más mínima grieta en la disciplina neoliberal de austeridad.>> (Diagonal Periódico, 14/07/2015)

Multitudinaria marcha en defensa de la universidad publica.



Desde las 16:30 se realizo una masiva marcha nacional en defensa de la educación y la universidad pública. La marcha se desarrolló en el marco de un conjunto de protestas y clases en la vía pública en la que participaron tanto los profesores como los estudiantes. Cientos de miles se manifestaron.

La universidad publica esta en crisis. La falta de aumento en la partida presupuestaria de la UBA y un incremento salarial adecuado que pueda hacer frente al tarifazo y a un contexto donde la inflación es del 30% responde claramente a la política de ajuste del gobierno PRO. 


Partiendo de esta base no podemos ver esto solamente como un hecho aislado. Es sin duda otro capitulo mas en el largo proceso de vaciamiento, de abandono, de desprestigio al cual se viene sometiendo nuestra querida universidad. Es nuestra obligación salir a luchar por una educación de calidad, sin olvidar que esto no se agota en conseguir solamente una partida presupuestaria sino en que debemos exigir una universidad inclusiva y de calidad, donde efectivamente hayan oportunidades para todos.


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